El filamento de la lámpara encandecia, y deformaba las sombras en su leve movimiento, la humedad estiraba sus manos esqueléticas se colgaba del hombro de nuestro espíritu jalando hacia abajo y, cerrando la pesada puerta toscamente remachada, salimos a caminar en el silencio de la medianoche.
Estuvimos sin rumbo trazando líneas práctimente rectas, sudando al imperceptible suspiro del tráfico.
No recuerdo bien que pensaba, suelo olvidar lo que tengo el los sesos rápidamente, si no lo escribo…aún los proyectos en donde más me enfoco, pero sí recuerdo un olor a viruta y algo que me hacia recordar al azul de Prusia, en el taller de ajuste, aquellos días de colegio industrial.
Nos distrajo una iglesia enorme de un estilo neoclásico muy marcado con simetría generalizada, con pocos ornamentos, simplificada en su base pero algo gótica en las alturas y hacia la cripta, como una protesta de tanta rectitud descarada…tenia un color piedra serio y ceremonial, ancho y profundo, sus enormes puertas de madera indestructible cerradas, y sus bisagras herrumbradas, parecían trabas…hicimos la señal de la cruz, y seguimos como si hubiéramos tomado agua.
Un arco cruzaba la calle como un meteorito petrificado detrás unas vías todavía pulidas por el paso y el peso…
Como una estampida de bueyes mecánicos su puño de luz nos empujó, detrás banderas flameaban rojas o negras, sentados en los techos del furgón o incluso caminando, con sus fusiles al viento en los estribos arduos eran como de fuego.
Mi compañero soltó lo que traía en sus manos y con los nudillos al cielo y el calco de sus axilas estampado en su remera hincho de aire sus pulmones y lo miré:
-Viva el che carajoo!! Rompió el silencio abruptamente…
Seguido sentimos algo así como un suicidio en masa de grillos y no nos movimos por un largo minuto eterno.La horda se embraveció y bramo, antorchas, fusiles al aire, puños y estandartes, la locomotora siguió devorándose oscuridad con su asma de fiera…hasta hacerse lo sufientemente pequeña como para entrar en un recuerdo imborrable.
Estuvimos sin rumbo trazando líneas práctimente rectas, sudando al imperceptible suspiro del tráfico.
No recuerdo bien que pensaba, suelo olvidar lo que tengo el los sesos rápidamente, si no lo escribo…aún los proyectos en donde más me enfoco, pero sí recuerdo un olor a viruta y algo que me hacia recordar al azul de Prusia, en el taller de ajuste, aquellos días de colegio industrial.
Nos distrajo una iglesia enorme de un estilo neoclásico muy marcado con simetría generalizada, con pocos ornamentos, simplificada en su base pero algo gótica en las alturas y hacia la cripta, como una protesta de tanta rectitud descarada…tenia un color piedra serio y ceremonial, ancho y profundo, sus enormes puertas de madera indestructible cerradas, y sus bisagras herrumbradas, parecían trabas…hicimos la señal de la cruz, y seguimos como si hubiéramos tomado agua.
Un arco cruzaba la calle como un meteorito petrificado detrás unas vías todavía pulidas por el paso y el peso…
Como una estampida de bueyes mecánicos su puño de luz nos empujó, detrás banderas flameaban rojas o negras, sentados en los techos del furgón o incluso caminando, con sus fusiles al viento en los estribos arduos eran como de fuego.
Mi compañero soltó lo que traía en sus manos y con los nudillos al cielo y el calco de sus axilas estampado en su remera hincho de aire sus pulmones y lo miré:
-Viva el che carajoo!! Rompió el silencio abruptamente…
Seguido sentimos algo así como un suicidio en masa de grillos y no nos movimos por un largo minuto eterno.La horda se embraveció y bramo, antorchas, fusiles al aire, puños y estandartes, la locomotora siguió devorándose oscuridad con su asma de fiera…hasta hacerse lo sufientemente pequeña como para entrar en un recuerdo imborrable.
