rozando con el bolígrafo el palo seco
que no puede concluir entre los baches
y la polvareda de sus
abrasados perímetros.
recorre un paño en el aire, palomitas de papel y cerbatanas
pensaba que cheque quesos del angostillo
avivaba los rezongos que se conceden los perros,
con la extrañeza que calza
en los bolsillos de su bolero
caramelos de propóleos y mandarina.
Pero cheque quesos no sacude cuando cava
todas las noches
juntas en su cisterna
en una bolsa de ziploc esmalte azabache.
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