La Rosalilla

Un fino compás imperceptible, cierra apenas sobre los árboles, que poco resisten…los perros sienten un perfume de agua y sus hocicos dibujan círculos que desaparecen y mi memoria divaga:Rosalilla tiene parajes azules y caminos con naranjos, su pedregullo invita una caminata, oportunamente de la mano. Hubo una noche, pesada de cortarse, como un pan de miga.
Donde las bicicletas que dormían a la intemperie soñando con que la jornada escolar termine, y regresen los niños a patrullar arrojando risotadas, baldías son las únicas sobre la principal.
Esa noche una tormenta se alejaba olvidando en el camino pantallas blancas, sobre la vieja biblioteca, donde una sombra acababa afanosamente ceniceros unos tras otro.
Había humedad en el aire que sugería que hasta los astros hicieran algo de ruido, vidrios empañados sellando las aberturas como si una horda de espíritus o un malon allá fuera se comiera todo, hubo un momento en donde todo repentinamente se detuvo…Rosalilla se pierde a veces, en la inmensidad de la niebla y sus luces parecen luciérnagas moribundas…hubo una noche donde el vino guardaba en si la intención del suelo como un genio en una botella de barro cocido, donde se transpiraba un aire viscoso y los techos goteaban en un pasto quebradizo, afuera los anzuelos pinzando un frío de madrugada, de poste de cemento, de café aborrascado insomne acostumbrado… todo se ondulaba…
Entre cáscaras secas de naranja la Rosalilla musitaba, exhalaba a través de los mosquiteros, de los resortes quemados, de sus putas cerraduras y del combustible de sus faroles.
                                                                                 Rofko/Buokoque