En su aleatorio rebote los ojos de un asno redundarán el estruendo de la palta madura, porque las cosas de una u otra manera se pagan y lo que no hace la insignia con el ligamento se forja.
Los escorpiones que lucharon por mi colgaron de su cuerpo mil nombres y mil puntos de remaches borregos que a la hora de la culpa son una hendidura alimentada solo por saliva tibia de rubicundas ápices.
Una parte de mi cuello es todo uña, grosera, ceñuda, hosca cimbrando láminas de aglomeración sin embocadura, que por un arcada de pubis serenan el te de durazno que tanto angustia.
Incidentalmente en este mercado prodigioso el piñón en donde enlazo mis señales para arrojarlo ágil, no rebasara imperceptible, incapaz, y despreciable, al hacer contacto solo levantara un poco de polvareda tirana y retrasadamente,
Espirales fértiles quemándose sobre un sabana y un puñado de rodillas desde una fabrica de caracoles las rayas vacías de su montura en su bolsillo el hueso de la sopa que ha sido comensal chorreara, mientras el acero rodando en el charol por momentos será día, y por momentos no.
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