5/12/20

Declaración jurada para el covid 19

 

No tengo otra forma que amarrarme a las letras, esta habitación me remacho la soledad en la entrada, marcando la tos el ritmo del vaciamiento.

Me queda solo la inercia de mi mano más la fiebre que me hace vacilar, si el aire que respiro es mío.

No es un pedido de auxilio, no, es una declaración jurada de mi patrimonio

Se comprime el tiempo en mis lágrimas que no dan más ese gusto a desahogo, lo arrastro la tos, otra vez la tos.

Me levanto como si alguien gritara desesperadamente mi nombre, revelándose así, mi última ficha. Nunca pensé que el miedo se disolviera con el honor de haber peleado con vos en esta calamidad ¿te acordas? en los inicios improvisamos un ritual primitivo, burdo, grotesco, casi vikingo; tiramos nuestras miserias al fuego del destino, lo único que no ardió fue la locura. Nos arrancamos los talones para que nadie retrocediera, nuestros hombros unos a otros formaron la resistencia más vulnerable de la historia, los cuerpos caían… pero no entregamos ningún alma.

No pudimos medir más el tiempo, sucumbimos en la condena de repetir todas esas acciones tras el nefasto dragón que las provocaba.

Todavía me duelen tus manos cuarteadas y la mirada soldada al plástico.

Los actos de entrega que la historia no va a escribir son los estandartes de mi humanidad.

Ahora, la fachada de mi cara aturde a los presentes, descarrilando el pasar de los recuerdos.

Una viga de emociones vividas aguanta cuerpo a cuerpo, trillando risas de soportar el teatro de nuestros momentos, aplastando en breve sus aplausos.

Vuelvo a percibir mi nombre, aunque ya no lo entiendo.

Y ahí esta, el innombrable, saturando todo.

Mi pecho se infla sin aire, entumeciendo la carne en el más absoluto vacío.

No sé por qué los pies se van primero, por eso, en el más comprimido pliegue de mi nuca solo pude cargar la sonrisa de mi madre, el beso de mi mujer, el abraso de mi hijo y casi se me pianta la voz de mi hermano, que es el mayor también en el infinito.

Pulcritud para todas las dimensiones.

Pero es imperioso para el amor de mi padre enseñarme como anidar en los recuerdos.

Un abrupto vistazo me encierra la imagen de mi cuerpo cayéndose, desplomándose, aligerándose.

Reveo una vez más y no, no caigo, no, eso es imposible. Todos ustedes están detrás de mí.

                                                                                             viento_motor

1 comentarios:

Unknown dijo...

Claro que no caes! Estamos con vos siempre!

ahora ya conoces el camino!

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